Life on the Chrism Trail

Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario

22 de agosto del 2021
Parroquia Santo Tomás el Apostól
Fort Worth, Texas

Josué  24:1-2a, 15-17, 18b
Salmo 34: 2-3, 16-17, 18-19, 20-21
Efesios 5:21-32
Juan 6:60-69

Cristo entra en un mundo pecaminoso. El mundo pecaminoso en el que entra Cristo es uno al que entra para redimir y salvar en la plenitud de la Verdad. El mundo lleno de pecado que necesita la salvación es un mundo que se basa en la autoconservación; se trata de un mundo que se aprovecha de los débiles. Los niños y, por extensión, todos los vulnerables no tienen lugar en el dominio de un mundo pecaminoso, excepto cuando los poderosos con fines egoístas los usan y abusan como meros objetos. Cristo, al revelar la plenitud de la Verdad, coloca a los niños en el centro de Su Evangelio como ejemplo de discipulado y membresía en su Reino. Entonces, Cristo coloca a los niños ante todo el mundo, pero especialmente ante Sus apóstoles y discípulos. “Jesús dice: ‘Dejad que los niños vengan a mí’”. Cristo proclama esto no específicamente como una metáfora ni simplemente como un símbolo.

Durante las últimas cinco semanas, por la Providencia de Dios, la Iglesia nos ha dado, a través de la guía del Espíritu Santo, la oportunidad de entrar y reflexionar sobre el Pan de Vida como se revela en el Evangelio de Juan. Es el misterio del Pan de Vida lo que nos hace compartir juntos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El Pan de Vida nos hace uno con Él y al compartir en Él, compartimos también unos con los otros. El Pan de Vida ofrece una unidad que tampoco es específicamente una metáfora o simplemente un símbolo. Durante cinco semanas, incluido el día de hoy, hemos visto respuestas, o debería decir reacciones y rechazos, por parte de muchos a Su enseñanza y sus exigencias. Hay muchas murmuraciones entre algunos de los que habían sido sus discípulos antes de escuchar las expectativas envueltas en esta enseñanza. Ellos prefieren la murmuración y la falta de fe porque reconocen que la enseñanza sobre el Pan de Vida requiere una decisión de su parte que les costaría el estilo de vida que acostumbran y el estatus que los acompaña. En pocas palabras, reconocen que, para seguir siendo discípulos de Jesús, todos y cada uno deben cambiar. Reconocen que se enfrentan a la decisión de “estar del todo” o “no estar”. Para hablar directamente, “¿Es Jesucristo el Hijo de Dios o no?”, “¿Es Jesucristo la plenitud de la Verdad o no?” “¿Es Jesucristo el Pan de Vida o no?”     

Como leemos en el Evangelio, muchos no quieren el Pan de Vida en otros términos que no sean los de sí mismos. Entonces, Jesús, fiel a la misión que el Padre le ha confiado, sin abatirse ni desanimarse, pregunta a sus apóstoles: “¿Quieren también abandonarme?” Es una exhortación para que decidan. Es una invitación para que decidamos. Pedro, no a causa de su inteligencia, no debido a su comprensión, sino simplemente por su imprudencia y temeridad de confianza, le dice a Jesús: “¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Entonces, Pedro hace una profesión de fe; se decide. Pedro está del todo, sin saber en detalle lo que implica ‘estar del todo’. No obstante, Pedro sabe a quién se confía, a Jesucristo.

Sabemos por el Evangelio y las Epístolas de Pedro que su “estar del todo” incluirá muchos tropiezos en el camino. Jesús llamará a Pedro para que camine hacia Él por el agua, y Pedro se hundirá hasta que Cristo lo levante. Cristo le da a Pedro las llaves y Jesús inmediatamente corrige a Pedro por su arrogancia de tratar de corregir a Jesús. En el momento de la Pasión y la Crucifixión, el sacrificio de Amor que hace presente el Pan de Vida, Pedro niega a Cristo tres veces. Por la gracia de la Resurrección, Pedro regresa a Jesús con contrición y tristeza. Cristo le vuelve a preguntar tres veces: “¿Me amas más que éstos?” Cuando Jesús le hace esa pregunta a Pedro tres veces, cada vez Cristo lo lleva más y más profundamente a ese misterio de la Verdad y a la responsabilidad confiada a Pedro de dar su vida con Cristo. Pedro responde cada vez con mayor fe. Como nos dice la piadosa tradición, más tarde en su vida, Pedro se enfrenta nuevamente con la Cruz a través de la persecución de Nerón e intenta huir y evitarla. Pedro se va de Roma, donde le espera su crucifixión con Cristo. Cristo se le aparece y le pregunta a Pedro: “¿Quo Vadis?” “¿Adónde vas?” Pedro se da la vuelta y regresa a la Cruz con Jesús. Jesús le dice a Pedro, según otro pasaje del Evangelio de Lucas, que ora por él para que su fe no flaquee y pueda fortalecer a sus hermanos. Jesús nunca le quita las llaves a Pedro y Pedro no las tira. Donde está Pedro, está la Iglesia; está la Iglesia triunfante; está la Iglesia crucificada y está la Iglesia penitente.

Oremos hoy por Pedro con Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre compartimos en el Pan de Vida, porque Cristo se nos ofrece a Sí mismo. Oremos por la fe de Pedro y por nosotros mismos, y nuestra conversión, porque sólo Cristo tiene las palabras de vida eterna. Junto a Pedro preguntamos, ¿Señor, a quién iremos?

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